Conducía su precioso Range Rover Evoque rojo por la carretera. La tarde moría con una temperatura agradable por la brisa a pesar de ser verano. Habían ido al cine y luego a tomar algo, lo habían pasado genial y sobre todo había sido un plan estupendo para lo que más amaba en este mundo: su hijo.

Volvían a casa. El camino era agradable y una sonrisa involuntaria se dibujaba en su cara. Hasta el aire le traía un olor familiar. Miraba por el espejo retrovisor y veía todo su universo concentrado en un cristal rectangular: La cara de felicidad de su hijo y la sonrisa cegadora de su marido. Aquella imagen le producía tanto amor y tanta ternura que le dolía. No quería que nada ni nadie pudiesen romper aquello. De ninguna forma. En absoluto. Debía durar para siempre. Ella quería inmortalizar la felicidad. Pobre mente enferma… Sigue leyendo →